Diarío Poético Visual
En el 2020, mientras el mundo se sumía en el caos y el miedo desatados por la pandemia del COVID-19, en un Encinillas mí pueblo de la España vaciada, viví un confinamiento que transformó mi existencia. Fue en ese preciso momento, cuando las calles se vaciaron y el silencio se adueñó de los rincones, y encontré en la fotografía un refugio para plasmar mis estados emocionales y capturar la dualidad entre la muerte y la vida natural que me rodeaba.
Cada día, con mi cámara en mano, me aventuraba por las calles desiertas y los paisajes abandonados de mi pueblo. Las imágenes que tomaba se convirtieron en páginas de un diario visual, un testimonio de mi travesía por ese limbo en el que el mundo parecía detenerse. En cada instantánea, buscaba la belleza efímera que se desprendía de la decadencia, de las flores que luchaban por sobrevivir entre las grietas de los muros y de los árboles que se alzaban como testigos silenciosos de la historia de aquel lugar olvidado.
Mi cámara se convirtió en un pincel con el que pintaba las emociones que habitaban en mi interior. En cada fotografía, encontraba un poema escondido, una melodía que trascendía el tiempo y el espacio. Los colores se volvieron más intensos, las sombras más profundas, y en cada imagen quedaba plasmada la esencia de aquellos días de encierro forzado.
El paso del tiempo se volvió relativo, los días se mezclaron en una extraña danza entre la rutina y la incertidumbre. La quietud se hizo cómplice de mis pensamientos más profundos, mientras el viento susurraba secretos al oído de las hojas marchitas. La soledad se volvió compañera inseparable, y en ella descubrí un universo de reflexiones y cuestionamientos.
El entorno, a su vez, me enseñó lecciones de vida y muerte. En cada rincón, encontraba vestigios de un pasado glorioso, de un pueblo que alguna vez fue próspero y ahora yacía en el abandono. Pero también descubrí la resiliencia de la naturaleza, que seguía su curso indiferente a la tragedia humana. Los campos se llenaron de flores silvestres, los pájaros entonaban sus melodías y el sol, fiel testigo de la humanidad, brillaba con fuerza renovada.
Así transcurrió el confinamiento, entre la melancolía y la esperanza, entre la muerte y la vida. Mi cámara se convirtió en el hilo conductor entre ambos polos, y a través de ella pude encontrar un sentido en aquellos días oscuros. Como poeta y dramaturgo, mi voz se hizo eco de los susurros del viento, y cada fotografía fue una escena que cobraba vida en el escenario de mi imaginación.
El confinamiento del 2020 en aquel pueblo de la España vaciada fue más que una experiencia, fue un viaje al corazón mismo de la existencia. Y aunque el tiempo haya seguido su curso y el mundo haya recuperado parte de su antigua normalidad, las imágenes que capturé durante aquellos días permanecerán como un testimonio de la fragilidad y la belleza que yacen en los rincones más olvidados de nuestro ser.

Limbo
«Mundo entre los vivos y los muertos (doctrina no oficial del catolicismo).Sin enterarse de lo que ocurre o acontece».